Identidad cultural

La Historia, con H mayúscula, y la otra, la de todas las y los hispanoamericanos no puede explicarse sin el bolero; a través de sus requintos y versos sueltos se ha tejido la narrativa romántica y desgarradora de una región, cuya identidad es única en el mundo.

Al día de hoy existen controversias sobre el origen del bolero; algunos afirman que viene de la romanza o décima sentimental que llegó al Caribe desde las islas Canarias a inicios del Siglo XIX. Para otros, su origen está en España, en la contradanza del siglo XVIII, influido a partir de 1830 por el danzón. Pero lo que sí sabemos, es que una vez que se gestó, invadió el corazón de la región, con particular aceptación en Cuba, México y Puerto Rico, pero también en Colombia, Perú, Argentina y Chile.

Varios historiadores coinciden en que el primer bolero compuesto como tal fue Tristezas, de José Pepe Sánchez, en 1885 en Cuba. La expansión de este nuevo género fue cadenciosa, y tuvo como punto de inflexión dos avances tecnológicos revolucionarios para la época: la invención del disco y de la radio. Esto hizo que el bolero se expandiera con mayor rapidez.

Durante la década de los veinte el género que más se escuchaba en la radio de América Latina era el tango; Carlos Gardel era un referente de la música de la región, con presentaciones en Estados Unidos, Centro y Sudamérica. Sin embargo, su muerte en 1935 hizo que disminuyera el interés por su música y abrió un espacio para que el bolero se hiciera presente con fuerza.

Otro elemento que hizo posible la expansión del bolero fue la Segunda Guerra Mundial; el conflicto bélico generó un efecto de aislamiento de América Latina, lo que provocó barreras para el consumo de música y cine de otras partes del mundo, e incentivaran un autoconsumo de sus industrias culturales.

El papel de México en la expansión del bolero fue fundamental; si bien es cierto que el género se gestó en Cuba, nuestro país jugó un rol crucial para su consolidación e internacionalización. Y uno de los responsables de esto fue la XEW, La voz de la América Latina desde México. Su primera transmisión fue el 18 de septiembre de 1930, con motivo de las fiestas del Centenario de la Independencia. Su estrella principal, Agustín Lara, estrenaría todas sus composiciones ahí, después de que don Emilio Azcárraga le ofreciera un centenario por cada composición estrenada en su programa.

Al poco tiempo, la XEW se convirtió en la plataforma musical – y cultural – para América Latina. A través de su dial los artistas que ahí se escuchaban llegaban a los públicos de países de centro y Sudamérica. Esto logró la consolidación de los primeros grandes intérpretes y compositores de bolero en México, como Carlos R. Menéndez – considerado el compositor del primer bolero en nuestro país – Guty Cárdenas, María Grever, Lorenzo Barcelata, Gonzalo Curiel o Consuelo Velázquez, por mencionar algunos. Así pues, de la década de los cuarenta a la de los sesenta, el bolero sonó en todo un continente tocando millones de corazones.

Y cuando todos lo pensaban en el olvido, en 1990 la aparición del LP Romance de Luis Miguel, producido por Armando Manzanero, le dio nueva vida al bolero. La reinterpretación de canciones como Usted, La Puerta o Cuando vuelva a tu lado, logró que nuevas generaciones se enamoraran con la misma lírica que lo hicieron sus abuelos.

El bolero Mexicano concentra gran parte de su fuerza en el lirismo literario y su gran calidad melódica; su metamorfosis en variantes lariano, ranchero, de tríos o yucateco, lo ha convertido en un epicentro de este género para América Latina. Es común que un requinto de Los Panchos o un verso de Armando Manzanero evoquen a México en cualquier parte del mundo, y sean una bandera de la cultura popular mexicana.

Sin embargo, cada país de la región tiene un romance particular con el bolero; Puerto Rico con Rafael Hernández, autor de “Lamento Borincano”; Venezuela, con el Cuarteto Caney, Ecuador con Julio Jaramillo, o Jaime R. (Rudesindo) Echavarría en Colombia dan testimonio de penetración y aceptación de este género en Hispanoamérica. Como un ejercicio de memoria musical, quisiera proponer los boleros que más evocan desde mi particular opinión, este género en cada país.

Chile: Armando González Malbrán • “Vanidad”

Argentina: Chico Novarro • “Amnesia”

Dominicana: Rafael Solano • “Por amor”

Panamá: Carlos Eleta Almarán • “Historia de un Amor”

Costa Rica: Ray Tico “Bésame Amor”

Guatemala: Doris Aghian (1929, Quezaltenango) • “Pecado Mortal”

El Salvador: Alvaro Torres • “Hazme olvidarla”

Honduras: Horacio Cadalso • “Si tienes que partir”

Nicaragua: Rafael Gastón Pérez • “Sinceridad”

Brasil: Heriverto Martins • “Caminemos”

Puerto Rico: Rafael Hernández • “Perfume de gardenias”

Estados Unidos: Rafael Ramírez • “Llorarás, Llorarás”

Ecuador: Julio César Villafuerte • “Arrepentida”

Perú: Mario Cavagnaro • “Osito de Felpa”

Paraguay:  Demetrio Ortiz • “Mis noches sin ti”

Uruguay: “Inexplicable” de Jaime Ross

Venezuela: Ítalo Piazzolante • “Un motivo”

Bolivia: Raúl Shaw Moreno • “Cuando tú me quieras”

Colombia: Jorge Villamil • “Espumas”

Cuba: César Portillo de la Luz • “Contigo en la distancia”

El bolero pues, más que un género es un elemento de identidad cultural para América Latina. Ha logrado traspasar el tiempo y la distancia, representando el sentir de una región, y en particular, de cada nación que lo ha hecho suyo y le da dado su sello característico. Dada su trascendencia histórica y cultural, este género musical debe convertirse en un patrimonio cultural de la humanidad. En tiempos donde la inmediatez reina y todo pareciera desechable, vale la pena recordar aquellos versos que persisten en la memoria de las naciones y las personas. El bolero.

Por Martha Delgado Peralta

Subsecretaria para Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos