La verdadera crisis que viene

Opinión del experto nacional

Martha Delgado

Subsecretaria de Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos de la Secretaría de Relaciones Exteriores

El reto que hemos enfrentado como humanidad frente a la pandemia de covid-19 probablemente sea menor si lo comparamos con la crisis derivada del cambio climático. Los siguientes 25 años serán cruciales para que la humanidad haga lo necesario para salvar al planeta, o lo condene a alteraciones irremediables.

En este contexto tan complejo se da la invitación de Joe Biden, presidente de Estados Unidos, a 40 líderes del mundo para participar en la cumbre virtual contra el cambio climático, que tuvo lugar los días 22 y 23 de abril. Durante el evento, el gobierno estadunidense anunció ambiciosas medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de cara al 2030, como su nueva contribución durante esta década para limitar el incremento de la temperatura mundial por debajo de la barrera de los 1.5 grados centígrados para el año 2050, en comparación con los niveles preindustriales.

La lectura que se dé a las posiciones que los distintos países tuvieron durante la cumbre debe ser justa, sin dejarse llevar por las apariencias; la historia, los antecedentes e intereses de cada nación condicionan sus propuestas y discursos. Si bien es cierto que el gobierno de Estados Unidos regresó a la discusión sobre el cambio climático con una promesa agresiva, la viabilidad de la misma está en entredicho. Para lograr lo ofrecido debe alcanzar un consenso interno que está lejos de poder asegurar. Nuestro vecino del norte —el país que más emisiones ha lanzado a la atmósfera en la historia de la humanidad— ha tenido dificultades para sostener una política climática sostenida, debido a sus intereses económicos y alternancias partidistas.

China, el mayor emisor de gases contaminantes del mundo, sólo reiteró su compromiso de alcanzar para 2030 un pico de emisiones de carbono para llegar a la neutralidad en el año 2060, sin añadir puntos ni comas a su propuesta. El presidente Xi Jinping habló del interés que tiene su país en colaborar en gobernanza medioambiental a nivel global, sin entrar en detalles como el uso masivo del carbón en su país para generar energía.

México, con 1.68% del total anual de emisiones globales de gases de efecto invernadero, abordó el ángulo social de la problemática: será imposible realizar acciones sostenibles para evitar el calentamiento global si no se atienden las necesidades básicas de los más desfavorecidos en las zonas rurales, que hacen uso de los recursos naturales para sobrevivir y que en muchas ocasiones tienen que migrar por necesidad. Ese es frecuentemente el elefante en la sala que se soslaya.

Pensar que abordar las desigualdades en las zonas marginadas del campo en una cumbre medioambiental es un despropósito, sólo refleja una visión unidimensional del desaforo, dejando de lado las causas estructurales del problema. Para enfrentar el cambio climático, se deberán integrar distintas agendas y abordar con toda seriedad esta crisis, la más grande que enfrentaremos como humanidad.

Si bien es cierto que los países más poderosos económicamente tienen un mayor peso específico en el impacto de las decisiones que se toman a nivel global, no podemos hacer a un lado las posiciones de los demás jugadores en el tablero internacional. Para no dejar a nadie atrás, e impulsar un modelo de desarrollo más sostenible e inclusivo, habremos de trabajar juntos en una solución multidimensional que no deje de lado la necesidad de balancear la agenda ecológica, económica y social.