Artículo publicado por Martha Delgado* y Ana María Cetto** en La Jornada el 17 de junio de 2020
El pasado 30 de marzo la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) celebró una reunión inédita de representantes de ciencias de 122 países, para debatir sobre la importancia de la cooperación internacional en ciencia y de una mayor inversión en el contexto de la pandemia de Covid-19, así como de la necesidad urgente de mejorar el intercambio de conocimientos a través de la ciencia abierta. Los participantes acordaron establecer una plataforma colaborativa donde las comunidades científicas del mundo puedan compartir conocimiento de frontera y experiencias de éxito encaminadas al fortalecimiento de los sistemas de prevención, detección y actuación ante futuras pandemias.
La crisis actual ha dado a la ciencia médica un protagonismo poco usual en todos los ámbitos, desde el político hasta el de la sociedad en su conjunto. En respuesta a la emergencia se han puesto a disposición una cantidad importante de datos científicos. Las editoriales han abierto el acceso, de manera extraordinaria, a miles de artículos sobre el tema. En pocos días se han creado programas, laboratorios y consorcios nacionales e internacionales de investigación, plataformas con recursos educativos y conferencias en línea de expertos mundiales. Algunos grandes laboratorios de investigación han ofrecido sus instalaciones para proyectos internacionales dedicados al tema del virus. La gravedad de la crisis ha conducido a una apertura y voluntad de colaboración sin precedente en el medio científico, que no sólo debe contribuir a superar la crisis, sino perdurar más allá de la crisis misma.
Por razones obvias, el esfuerzo de la ciencia está concentrado actualmente en el virus y su impacto en la salud y en los sistemas sanitarios. Sin embargo, se dejan ver ya otros impactos de la pandemia que serán al menos tan profundos y de mayor alcance: impactos en la economía, en los sistemas productivos, en la situación laboral, en el comercio y los mercados, en los sistemas educativos, en el bienestar social y en el medio ambiente. Los estragos de la pandemia en estos ámbitos pronto requerirán de una atención al menos tan intensa como la que hoy recibe el ámbito sanitario. Las secuelas de la pandemia plantearán retos inéditos para las ciencias en prácticamente todas las áreas del conocimiento, que pondrán a prueba nuestras capacidades científicas y los métodos tradicionales de hacer investigación y de compartir datos y resultados.
Enfrentaremos situaciones críticas, cuya atención requerirá de abordajes innovadores, multidisciplinarios, y de vínculos orgánicos entre la ciencia y las esferas sociales y de decisión política.
La de Covid-19 es la sexta pandemia de este siglo, y seguramente no será la última. Por ello es imperativo, como se señaló en la reunión de la Unesco, que la comunidad internacional colabore en la búsqueda de soluciones a problemas relacionados con la proliferación de pandemias, tales como los derivados del cambio climático, el acceso y calidad del agua, la producción agrícola y los hábitos de alimentación, las condiciones de vida y de trabajo de la población, y el aumento en la incidencia de enfermedades crónico-degenerativas. A partir de la vinculación a coaliciones internacionales para la búsqueda de vacunas para el Covid-19, México ha reforzado la cooperación internacional de sus centros de investigación y sectores académicos, de manera que sean partícipes de la generación e intercambio de información científica para combatir a la pandemia.
Las tareas para la ciencia son inmensas y los esfuerzos de colaboración internacional que iniciamos deben intensificarse.
- Subsecretaria para Asuntos Multilaterales @marthadelgado y DDHH de la SRE
** Investigadora del Instituto de Física de la UNAM perteneciente al SNI III