Por Martha Delgado, La Silla Rota- 27-08-2019
La semana pasada fue una noticia relevante alrededor del mundo la desaparición del primer glaciar en Islandia. En pocas ocasiones hemos podido presenciar de manera tan gráfica los cambios dramáticos que la crisis climática trae a nuestro entorno y con ello a la vida de millones de personas.
En específico es preocupante el calentamiento del océano. Según el reporte[1] del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, máxima autoridad internacional en el tema, la temperatura de la superficie oceánica se ha incrementado a un ritmo acelerado de 0.11 grados centígrados por década desde 1971. Este calentamiento acarrea efectos sumamente perniciosos en la llamada “economía azul”, que es el grupo de industrias que dependen directamente del océano y del cual viven poblaciones vulnerables de las regiones costeras. La crisis climática ha comenzado a tener efectos en la oferta de alimento mundial. Según un estudio publicado en la revista Science[2] se han perdido 1.4 millones de toneladas métricas de pescado entre 1930 y 2010.
México es un país con vocación marítima. Con más de 230 mil km2 de mar, la superficie de nuestro territorio marino es casi un 50% mayor a la extensión territorial continental. Al estar rodeado por el Océano Pacífico, Golfo de California, Golfo de México y el mar Caribe nuestro país alberga más de 300 mil especies de flora y fauna en una gran cantidad de distintos ecosistemas marinos y costeros. El mar también es una inmensa fuente de riqueza para la economía nacional y parte fundamental de la regulación de nuestro clima. Los ecosistemas costeros son la base del bienestar de miles de comunidades locales y la primera línea de defensa ante los impactos del cambio climático. Asimismo, nuestras playas son también un motor vital del sector del turismo.
México desempeña un papel importante en los esfuerzos globales para combatir los efectos devastadores que la crisis climática tiene en las poblaciones del mundo y nuestro país. En especial nuestro país está concentrado en proteger a las comunidades más desaventajadas económicamente, que son las más vulnerables a los efectos negativos del aumento de la temperatura oceánica. Estas comunidades necesitan ser resilientes y desarrollar su capacidad de adaptación a estos cambios.
La semana pasada participé en Ámsterdam, Países Bajos, en la Quinta Reunión de Sherpas del Panel de Alto Nivel para la Construcción de una Economía Oceánica Sostenible que lidera Vidal Helgesen del gobierno de Noruega. El Panel está conformado por Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno de 14 países (Australia, Canadá, Chile, Fiyi, Ghana, Indonesia, Jamaica, Japón, Kenia, México, Namibia, Noruega, Palau y Portugal) comprometidos a impulsar soluciones para la salud y la riqueza de los océanos.
Durante la reunión aprobamos el Llamado a la acción climática basada en el océano que será presentado durante la cumbre climática del Secretario General de la ONU, la cual se celebrará el 23 de septiembre de 2019 en Nueva York. México ha participado activamente en la elaboración de este documento, el cual incluye seis recomendaciones:
1. Invertir en soluciones climáticas basadas en la naturaleza.
2. Aprovechar la energía renovable basada en los océanos.
3. Descarbonizar las industrias oceánicas.
4. Asegurar alimentos sostenibles para el futuro.
5. Avanzar en la implementación de la captura y almacenamiento de carbono.
6. Promover la observación e investigación del océano.
La delegación mexicana propusimos impulsar un enfoque de uso y aprovechamiento sostenible de los recursos marinos, que a la par de conservar nuestra riqueza ecológica, genere beneficios para el desarrollo de las comunidades locales y contribuya a la reducción de las desigualdades en el país. Por ello uno de los acuerdos de la Quinta Reunión fue que México y Jamaica copresidirán el Grupo de Trabajo sobre Turismo Marino y Costero del Panel.
Muchos son los desafíos que México enfrenta en materia de sustentabilidad océanica. La contaminación de los mares con nutrientes procedentes de la agricultura y las descargas urbanas están favoreciendo la proliferación de plagas como el sargazo que está impactando sensiblemente las costas del Caribe. De igual forma, especies emblemáticas como la vaquita marina y la totoaba están en peligro de extinción por el tráfico ilegal de productos demandados por los mercados asiáticos. Por otro lado, el aumento de la temperatura oceánica tiene efectos devastadores para las poblaciones más vulnerables y la oferta de alimentos en nuestro país.
De ahí la relevancia de participar activamente en este Panel que tendrá un importante impacto en conseguir compromisos ambiciosos entre las naciones para lograr una explotación racional de los recursos marinos, una regulación justa del uso de las aguas continentales y de las rutas marinas, así como la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y el desarrollo de un conocimiento más profundo de los océanos para una toma de decisiones responsable a nivel global.
El Panel también es un interesante experimento para la construcción de acuerdos multilaterales, donde inician pocos países altamente comprometidos, con un respaldo científico sólido y un proceso de toma de decisiones ágil, y posteriormente se va escalando en ambición y miembros. Este modelo puede aportar a la reforma de las Naciones Unidas para transformar las metodologías de trabajo que en muchas ocasiones no están siendo eficientes en el logro de los consensos necesarios para enfrentar los problemas globales.
[1] IPCC, 2013: Summary for Policymakers. In: Climate Change 2013:
[2] Impacts of historical warming on marine fisheries production Christopher M. Free et al Science 01 Mar 2019: Vol. 363, Issue 6430, pp. 979-983 DOI: 10.1126/science.aau1758