Tengo el gusto de poder hablar de quién fue ese hombre y de cuál es su legado
Alfredo Castañeda es el artista de quien Alberto Ruy Sánchez dijo: “Su mundo pictórico, tan extraña y profundamente místico, es único, y descubrirlo, entrar en él, en “lo abierto” de su obra, es siempre una sorpresiva experiencia poética… Nada común y corriente lo resume”. Pasé mi adolescencia en compañía de la familia Castañeda, y admiré la relevancia de su obra desde entonces. Hoy quiero dar testimonio de su vida y de su arte y explicar por qué creo que su relevancia adquiere una nueva vigencia.
Tengo el gusto de poder hablar de quién fue ese hombre y de cuál es su legado. De joven veía sus pinturas, esas donde plasmó sus hombres barbones que siempre me parecieron su propia imagen. A diferencia de los cuadros, los hombres barbones siempre están serios, circunspectos. Sin embargo, Alfredo Castañeda era un bohemio, un padre cariñoso y un intelectual de conversación apasionada. Compartí mi adolescencia con sus tres hijos de mi generación: Alfredo, Ibiza y Adrián. Hoy nuestra amistad continúa, y ahora, cómo pasa la vida, también me honro con la amistad de su esposa, su gran amor, y su principal promotora Hortensia De la Barrera de Castañeda. Además de la herencia pictórica de Castañeda, el talento y la integridad personal se heredan también. Sus tres hijos son personas excepcionales, y también, por cierto, sus nietos, una de las cuales, Marina Castañeda, se ha convertido en la curadora de sus exposiciones.
Además del hombre, el artista deja una obra que es un baluarte para nuestro país y para nuestros tiempos. La obra de Alfredo Castañeda tiene una elocuente voz propia que habla del arte que se hace en nuestro país en todo el mundo. Su arte ha sido comparado con los más reconocidos exponentes del surrealismo nacional. Sin embargo, hay una idiosincrasia en lo que comunica que se resiste a ser subordinado a una categoría. Al hablar de su obra decía: “Lo que estoy reivindicando (la belleza que revela lo sagrado) no pertenece al tiempo, ni al espacio, sino a lo más interior de todos los seres humanos. Es un regalo”. A 10 años de su muerte ese es su regalo para nuestro país. Hoy es necesario redescubrir, a través de su arte, la belleza, ese sagrado no religioso, sino humano, que es lo más compartido, y que por tanto nos une a todas las personas. Por ese motivo es preciso, en estos tiempos, que su obra se divulgue y se reconozca su renovada vigencia.
Por: Martha Delgado
dza