Entre la riqueza y la pobreza: ¿felicidad o capacidad de consumo? (1)
Martha Delgado Peralta
Abril 2005
Sin duda alguna la pobreza es uno de los problemas más graves del mundo en desarrollo. Aunque siempre ha existido, el fenómeno ha ido evolucionando, y las aproximaciones a su estudio y solución también se han ido transformando, desafortunadamente a un ritmo demasiado lento para resolver a tiempo a las necesidades de decenas de sociedades que parecen no solamente no solucionar, sino profundizar sus estragos.
Algunos países han desarrollado estrategias eficaces para redistribuir el ingreso de manera más equitativa, para generar oportunidades de empleo y de inversión, y para ofrecer a sus ciudadanos alternativas de futuro: educación, salud, transporte, vivienda, servicios básicos. Muchos otros, aunque con crecimientos de un dígito, continúan sin una estrategia cabal para enfrentar el problema como la prioridad que es; da la impresión que primero hay que hacer que los ricos sean más ricos, para luego empezar a pensar cómo sacar a millones de la pobreza extrema o relativa, como si lo primero fuera una precondición de lo segundo.
Los enfoques tradicionales de la pobreza, los cuales la miden a partir del nivel de ingreso, satisfacción de necesidades básicas, índices de marginación, o acceso a activos naturales o físicos 2, parecieran solamente considerar en sus concepto de pobreza aspectos cuantitativos de los bienes y servicios a los que tiene acceso o no un grupo social; existen también nuevos enfoques que incorporan criterios más cualitativos como la consideración de la pobreza como la ausencia de capacidades básicas y el acceso a apropiarse de ellas 3; la exclusión social (a un nivel de vida, al trabajo, a la vivienda, a la educación) expresada en lo económico, en lo político, en lo cultural y en lo espacial 4; la vulnerabilidad de las personas entendida como la indefensión de los grupos sociales ante la falta de disponibilidad de activos para hacer frente a los cambios en su entorno ; la segmentación social producida por los cambios entre la oferta y la demanda de empleos, bienes y servicios, educación, vivienda, suelo, etc. 5; y la seguridad, comprendida como un factor influenciado por la crisis del espacio público, la falta de movilidad y el riesgo de ser víctimas de delitos. 7
En este ensayo me permitiré dar un punto de vista personal: para atacar la pobreza, más que la distribución del ingreso o crecimiento económico, importa la distribución de la calidad de vida: consumo vs. felicidad.
1. El enfoque cuantitativo tradicional y el cualitativo innovador
El enfoque tradicional para medir la pobreza, basado en la distribución del ingreso y en el consumo, no permite analizar en qué condiciones se desempeña la clase marginada. El segundo enfoque más cualitativo e innovador, considera elementos que nos permiten comprender mejor el fenómeno para atacarlo. Sin embargo, los enfoques mencionados parecieran hechos más para estudiar el fenómeno que para resolverlo. Ambos enfoques carecen de criterios de fondo sobre la calidad de vida de la gente, especialmente en las metrópolis: ¿cómo se sienten las personas, cómo viven, qué piensan de su situación, cuáles son sus expectativas?. Los vectores no se cruzan con indicadores de felicidad, aunque se sabe que la felicidad tiene rendimientos decrecientes respecto al incremento del ingreso. Numerosos estudios demuestran que las personas no son más felices mientras más tienen, y nosotros seguimos haciendo del consumo nuestro principal indicador. 8
2. La felicidad y la calidad de vida como indicadores
La propuesta no procede de una posición idealista o romántica de la sociedad. Si tenemos tantas personas pobres, y tan poco que ofrecerles desde el punto de vista del consumo de bienes y servicios, debiéramos comenzar a reflexionar ¿qué quieren, cómo pueden vivir más dignamente, y de qué manera transformar la medida del éxito de nuestra sociedad? De esa manera nuestras opciones no se agotan exclusivamente relacionado con ofrecerles mayores posibilidades de consumo. Esto puede servirnos para redireccionar los recursos públicos y diseñar políticas públicas que ofrezcan a los habitantes cambios de fondo en su calidad de vida.
Gonzalo Andrés Cáceres nos ofrece un análisis minucioso sobre cómo funciona el sector inmobiliario y cómo fueron liberalizados y privatizados los mercados de suelo en Santiago de Chile en las reformas del régimen militar. Este artículo puede ilustrarnos sobre múltiples medidas y regulaciones para la dispersión espacial de la pobreza en una ciudad, pero también nos enseña sobre la incapacidad del Estado para proveer a los ciudadanos de equidad en la distribución del espacio, para no permitir que el suelo urbano se convierta en un botín del sector inmobiliario que lucra con todos y cada uno de las cualidades objetivas y subjetivas de los predios, y donde en vez de equilibrar la calidad de vida de la población, fomenta la aglomeración de la pobreza urbana. 9
La calidad de vida tiene que ver, sobre todo en las metrópolis, con formas de pobreza poco estudiadas y reconocidas: la pobreza de tiempo, la pobreza de espacio, la pobreza de tranquilidad, la pobreza de identidad. Muchos pobres rurales que viven en condiciones más precarias que los pobres urbanos, tienen mayor calidad de vida que éstos últimos. Aunque los enfoques más tradicionales podrían considerarlos a unos pobres extremos (falta de ingreso para satisfacer las necesidades alimentarias básicas), y a otros pobres relativos (falta de ingreso necesario para satisfacer necesidades como el vestuario, la energía y la vivienda, así como las necesidades alimentarias), para valorar vale la pena considerar también la pobreza humana (analfabetismo, malnutrición, mala salud materna, enfermedades susceptibles de prevención, falta de acceso a los bienes, servicios e infraestructura eléctrica, saneamiento, educación, comunicaciones, agua potable, para sostener la vida humana). 10
En la conclusión de su artículo, Castillo Berthier se aproxima a éste planteamiento cuando afirma que “es necesario ampliar el debate sobre la pobreza y sus diversas manifestaciones, así como la concepción y materialización de las políticas sociales en torno al tema. Es urgente expandir el debate de la pobreza entendida no sólo como la carencia económica sino hacia una concepción de la pobreza como política de las necesidades sociales y económicas”.11
Para el caso de la Ciudad de México, el autor cita a Lewis, que ha concluido que en nuestro país existe arraigada una cultura de pobreza que a su vez genera una condición de pobreza, y su asimilación y herencia entre generaciones. Puede entonces, de acuerdo con Lewis, abatirse la pobreza pero no abatirse la cultura de pobreza. Castillo Berthier culmina: “resulta imprescindible trabajar con los pobres para comprender su lógica y será solamente después de esto que se puedan formular y desarrollar estrategias, tanto para mejorar sus condiciones de vida, como para favorecer un desarrollo sostenible de las ciudades (…).” 12
Como lo indica Berry: “las conclusiones sobre la escasa importancia del ingreso como factor determinante del bienestar societal [sic], que son sorprendentes al menos para algunos economistas, tal vez no sean más que una de las razones para reexaminar la base conceptual de la política en materia de pobreza. El sentido de pertenencia a una comunidad obviamente es importante para el bienestar humano, pero todavía no se ha incorporado como factor en el debate de política económica. (…) Dadas estas actitudes, las privaciones —que son la razón por la cual la pobreza interesa como problema— pueden aliviarse principalmente, y en el caso extremo exclusivamente, disminuyendo la desigualdad de ingresos”.13
3. Cambio de enfoque: el rescate del espacio público para combatir la pobreza.
Este cambio de enfoque nos lleva no solamente a explorar nuevas opciones de inversión pública y privada, y al diseño de políticas públicas dirigidas a proporcionar mayor calidad de vida y equidad a los habitantes de las ciudades, sino que se traduce explícitamente en una transformación de la planeación urbana.
La distribución equitativa de las inversiones y del espacio en las ciudades tiene que ver directamente con la calidad de vida de las personas. Las metrópolis pueden implementar numerosas estrategias para contrarrestar la segregación socioespacial14 y la segmentación de los pobres en nuestras ciudades15, sin embargo, muchos de los indicadores pueden mejorar, sin mejorar las condiciones reales de vida de la población marginada.
Los pobres deben dejar de participar virtualmente en la modernidad. Muchos de ellos han ido tras el sueño de superación que ofreció aprender a leer y escribir, estudiar la educación básica, adquirir una vivienda con servicios a crédito. Obtener éstas mejorías no los ha sacado de la pobreza: sus espacios son precarios, sus servicios no tienen calidad (educación, salud, transporte), su educación no se retribuye adecuadamente (salarios muy bajos).
La democracia debe llegar a la planeación urbana. Además de igualarnos a todos ante la ley, debe hacer que en las políticas públicas y en las inversiones prevalezca el interés general sobre el interés particular, y sobre todo, debe llegar a la calle: la segregación socioespacial no solamente es residencial, sino en el uso del espacio público. Fuera de nuestras casas, todos debemos ser iguales, acceder a espacios adonde las clases sociales puedan difuminarse.
Una de las ventajas de las grandes ciudades es la posibilidad del anonimato: sus habitantes podemos transitarlas sin referencias. Una de las formas de atenuar la pobreza urbana es el ofrecer a los habitantes de las ciudades espacios de convivencia democráticos que proporcionen equidad y mejoramiento de la calidad de vida. Espacios públicos amplios y protegidos, alumbrados, parques, jardines, con servicios públicos limpios y eficientes para todos, amplios andenes peatonales, ciclovías, transporte eficiente y seguro. Sin importar la plusvalía del suelo, sin importar el nivel de ingreso de la zona, los gobiernos de las grandes ciudades debieran priorizar sus inversiones para ofrecer a sus habitantes espacios de recreación y disfrute que les permitan apropiarse de lo que es de todos: la ciudad. Independientemente de nuestro nivel de ingreso, de nuestro nivel de consumo, de nuestra condición, el acceso de los niños a juegos, jardines, y de sus familias a espacios abiertos, limpios y seguros debería ser un indicador de la calidad de vida, y por supuesto, un enfoque recuperable para combatir la pobreza urbana.
1. Ensayo elaborado para evaluación del Módulo IV. POBREZA Y SEGREGACIÓN EN LAS METRÓPOLIS, del 3° Diplomado a distancia “El fenómeno metropolitano: estrategias, instrumentos y alternativas de gestión” del Programa Universitario de Estudios Sobre la Ciudad de la UNAM. Responde al planteamiento: Establezca las diferentes posibilidades que ofrecen los nuevos enfoques sobre la pobreza para generar políticas públicas que permitan atenuarla y superarla en nuestras metrópolis.
2. Sánchez Almanza, Adolfo, 2004. Nuevos enfoques en el debate sobre la pobreza urbana, artículo elaborado para el 2° Diplomado “El fenómeno metropolitano: estrategias, instrumentos y alternativas de gestión”, México, Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad, UNAM. p. 2-6.
3. Ibid, p. 7.
4. Ibid, p. 8.
5. Ibidem.
6. Sánchez Almanza, Adolfo, 2004. Nuevos enfoques en el debate sobre la pobreza urbana, artículo elaborado para el 2° Diplomado “El fenómeno metropolitano: estrategias, instrumentos y alternativas de gestión”, México, Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad, UNAM. p. 9 y 10.
7. Ibid, p. 12.
8. Berry, Albert, 2003. Respuestas de política a los problemas de pobreza y desigualdad en el mundo en desarrollo, en Revista de la CEPAL, Santiago de Chile, núm. 79, p. 11.
9. Cáceres Quiero, Gonzalo Andrés, 2004. Distribuyendo espacialmente la rentabilidad metropolitana: los mercados del suelo en la fractura del área de alta renta de la ciudad latinoamericana, artículo elaborado para el 2° Diplomado “El fenómeno metropolitano: estrategias, instrumentos y alternativas de gestión”, México, Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad, UNAM.
10. Castillo Berthier, Héctor, 2004. Tipos de pobreza en las metrópolis y formas de inserción económica, política y social, artículo elaborado para el 2° Diplomado “El fenómeno metropolitano: estrategias, instrumentos y alternativas de gestión”, México, Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad, UNAM. p.5.
11. Ibid p. 11.
12. Ibid, p.13.
13. Berry, Albert, 2003. Op. Cit, p. 111.
14. La segregación socioespacial es ampliamente analizada por Francisco Sabatini Downey en: La segregación y polarización socio-espacial en las metrópolis, artículo elaborado para el 2° Diplomado “El fenómeno metropolitano: estrategias, instrumentos y alternativas de gestión”, México, Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad, 2004, UNAM; en el cual polemiza sobre el carácter de proceso, de fenómeno, de síntoma de la segregación residencial que forma parte de la realidad constitutiva de la sociedad.
15. En su artículo Seducidos y abandonados: el aislamiento social de los pobres urbanos, en Revista de la CEPAL, Santiago de Chile, núm. 75, 2001, p. 171-189, Rubén Kaztman analiza la segmentación laboral, educativa, la segregación residencial como elementos inherentes a la pobreza urbana que, a pesar de haber democratizado ciertos espacios, ha invitado a las clases populares a una modernidad en la que solamente pueden participar simbólicamente.