Desperdicio de manantiales
(Publicado en el periódico Reforma, Sección Ciudad, 29 de enero de 2006)
En una ciudad donde cada vez es más cotidiano el desabasto de agua resultaría impensable que se desperdicie la de los pocos manantiales sanos que sobreviven al crecimiento de la mancha urbana. Lamentablemente en nuestra ciudad esto ocurre y poca atención se le presta al asunto.
Delegaciones como Cuajimalpa, Álvaro Obregón y Tlalpan, que en la temporada de estiaje ven afectado el suministro de agua para sus habitantes, son algunas de las zonas en donde el agua de algunos manantiales se va directamente al drenaje o en donde se utiliza éste recurso de manera ineficiente.
Actualmente en la Ciudad de México tenemos cifras poco alentadoras sobre el estado de salud de nuestro acuífero, que se encuentra contaminado y sobreexplotado en más del 120 por ciento, provocando entre otras cosas hundimientos, ruptura de la red con las fugas consecuentes y la excavación cada vez más profunda de pozos, como sucede en la zona oriente cuyas profundidades alcanzan ya los 400 metros.
Por ello resulta incongruente que manantiales como el de San Bartolo Ameyalco, en la delegación Álvaro Obregón, sean desaprovechados y su mejor utilidad sea la de servir a unos lavaderos públicos o mezclarse con las aguas negras del drenaje.
En esta zona, los vecinos del poblado llevan 8 años tramitando ante el Sistema de Aguas de la Ciudad de México, un permiso que les permita construir un tanque de almacenamiento para utilizar mejor el caudal del manantial que todavía es generoso. Las trabas burocráticas han impedido que la comunidad realice este cárcamo mientras que el líquido se sigue desperdiciando y enviando a otras zonas residenciales construidas recientemente, mientras los habitantes más próximos padecen de escasez. Además ésta es una de las zonas en donde el proyecto de Programa de Desarrollo Urbano delegacional pretende regularizar asentamientos humanos en suelo de conservación.
Esta “situación cotidiana” se repite en manantiales como el de Fuentes Brotantes, Tlalpan, o en los del Ajusco y Cuajimalpa, que ante la falta de inversión siguen el cauce del desperdicio.
Resulta lamentable que se sigan considerando opciones de trasvases como traer agua del Temascaltepec, a 200 kilómetros de distancia de la Ciudad de México y a una altura de mil 200 metros sobre el nivel del mar, con un millonario costo, además de la oposición de los pobladores del Estado de México, en vez de apoyar la reparación contundente de fugas, la captación de agua pluvial y el aprovechamiento eficiente de los manantiales con el cuidado que necesariamente requiere el suelo de conservación de la Ciudad para continuar abasteciendo a nuestra población.
La realidad es que el desabasto del líquido se agrava y ya no sólo es una problemática que padezcan las delegaciones del oriente de la ciudad, puesto que el año pasado demarcaciones como Coyoacán y Benito Juárez vivieron los estragos de la escasez en la temporada de estiaje.
Ante esta situación resulta imprescindible que los ciudadanos exijamos ya no sólo a nuestros gobernantes en turno, sino a quienes aspiran a gobernarnos, que se comprometan a realizar acciones específicas y a destinar los recursos presupuestales y técnicos suficientes para garantizar un mejor aprovechamiento de nuestros recursos hídricos, y un manejo más ético y responsable.