El trayecto del bolero en México ha sido responsabilidad de talentosos artistas
El bolero, tan culpable de enamorar y levantar suspiros, tan lleno de requintos y de poesía, tuvo un largo viaje antes de instalarse en los bares de las ciudades de Latinoamérica. Un periplo que inicio con la contradanza y el bolero español, que se enriqueció con los ritmos santiagueros de Cuba y que encontró un hogar en México.
El primer bolero reconocido como tal fue “Tristezas”, del músico cubano José Pepe Sánchez, en 1886. Esta canción dio origen formal al género, con una estructura clásica de guitarras a ritmo de danzón y percusión, que los artistas de la isla comenzaron a interpretar y a popularizar.
Se estima que el arribo del género a México se dio entre 1908 y 1920 en la península de Yucatán con las composiciones de Pepe Sánchez. Sin embargo, fue en 1913 cuando el trovador yucateco Guty Cárdenas dio a luz al primer bolero mexicano, “Pensamiento”, con versos de Emilio Pacheco Ojeda y del poeta español Pedro Mata. A esta canción le siguió otro que se considera también el primer bolero mexicano (1918) “Madrigal”, de Enrique Galaz y Carlos R. Menéndez. Luego llegaron éxitos como “Para olvidarte”, “Quisiera”, “Pasión”, “Si yo pudiera”, “A qué negar”, “Aléjate” y “Fondo Azul”.
El viaje del bolero en México ha sido responsabilidad de múltiples y talentosos artistas, donde destacan grandes compositores, como Agustín Lara y Álvaro Carrillo, que le imprimieran un sabor local. En la década de los 30 surgieron compositores
e intérpretes que hicieron explotar el romanticismo, como María Grever, Gonzalo Curiel o Consuelito Velázquez, por mencionar a algunos.
Entre los talentos mexicanos, es indispensable hacer mención especial del gran maestro Armando Manzanero. Tiene una doble responsabilidad en la vida del bolero en México. En primer lugar, y de forma más evidente, haber compuesto canciones que enamoraron a varias generaciones, como “Somos novios”, “Contigo aprendí” o “Esta tarde vi llover”. En segundo lugar, haber revivido al género en la década de los 90, al editar los “Romances” de Luis Miguel,
y darle el regalo de la lírica y la melodía a una generación ávida de romanticismo.
Al paso del tiempo, del final de los amores análogos y la inmediatez descarnada, hay quien piensa que el bolero será parte de ese archivo muerto que irá directo al olvido. Sin embargo, esto no es así. Por suerte, existen herederos de esta tradición de grandes compositores mexicanos, como Carlos Macías, quien según lo han dicho los maestros Armando Manzanero y Martín Urrutia, es el mejor cantautor de su generación.
Originario de Chiapa de Corzo, con más de 20 años de carrera como compositor, ocho como intérprete y más de 200 composiciones, Carlos es la voz de una generación que no se ha dejado perder en el vértigo de las modas musicales. Me confesó que en conversaciones con el maestro Armando Manzanero coincidían en que por más que un joven escuche reguetón, cuando se tope con el amor, tendrá una cita ineludible con José José, y con los boleros.
Carlos Macías, como tantos maestros mexicanos, siguen musicalizando nuestras vidas. A diferencia de otros grandes compositores, Carlos además es un intérprete increíble con voz de gran potencia y sentimiento. El buen bolero, coincidimos, es la reivindicación del lenguaje, la poesía y el romanticismo, en tiempos donde hace tanta falta hablar de amor.
Por Martha Delgado
avh