Trabajo legislativo / Pronunciamientos

Segundo periodo de sesiones ordinarias. Segundo año de ejercicio

Pronunciamiento de la diputada Martha Delgado durante la sesión solemne en la que se otorga la medalla al mérito ciudadano 2005 a la C. Rosario Ibarra de Piedra

Doña Rosario Ibarra de Piedra, sea usted bienvenida a esta Asamblea Legislativa.

Compañeras diputadas y compañeros diputados; distinguidos invitados que nos acompañan.

Cuando Jesús Piedra Ibarra puso en juego su vida por la causa de la libertad, a través de procedimientos que él y muchos de su generación consideraron legítimos, mi generación apenas nacía a la vida.

Me habría gustado conocerle y saber de sus motivos, de su pensamiento; me habría gustado vivir y conocer de cerca la calidad moral de esa generación, para ser precisa, de aquella parte de esa generación que reivindicó la radicalidad armada como medio para vencer el autoritarismo.

A mí generación le tocó ya el momento de construir la fragua por la democracia, esa suerte de procedimientos, pero también de utopía que a veces vemos cerca y otras se desvanece en el aire. Parecería que entre la generación de Jesús Piedra Ibarra y la nuestra hubiera un abismo, pero no es así.

Los que luchamos por las libertades, terminamos por encontrar vasos comunicantes que nos vinculan más allá de las diferencias de métodos de espacios y de tiempos, más allá de los obstáculos que siempre quieren poner los que usan y los que abusan del poder; pero para que haya un diálogo con aquella generación del 70, se necesitan puentes precisos que nos hagan comprender en las necesidades, aquí y ahora, el significado de aquellos luchadores.

Para mí doña Rosario Ibarra de Piedra es ese vehículo lúcido, inquebrantable, persistente que nos permite a las generaciones actuales subsecuentes a Jesús Piedra Ibarra, encontrar en nuestra historia reciente en esa historia de Jesús, la inspiración del espíritu libertario para nuestros desafíos presentes.

Creo también a Jesús Piedra Ibarra, que a él le gustaría conocer, si no es que desde algún lado lo sabe, qué significa hoy su pasión libertaria, y por ello con todo respeto para todos y en especial para doña Rosario, quisiera hacer de mi intervención, una misiva, un mensaje dirigido a Jesús Piedra Ibarra, que busca hacer un modestísimo homenaje, que siempre será incompleto ante la magnitud de la obra de doña Rosario.
Estimado Jesús:

De la valentía, el arrojo y el amor que tu madre profesa a la vida, a las personas, a su familia, a quienes la rodean, de eso yo no te lo puedo platicar, tú lo sabes.

Lo que quiero compartir contigo, son las impresiones de muchas mujeres y hombres de este país, que ven en tu madre doña Rosario, un estandarte de lucha, de libertad y de defensa de las causas sociales; aquéllas que los gobiernos ignoran o tratan de evadir, y que ella se empeña y se ha empeñado en hacer visibles.

En ella vemos el rostro de muchas mujeres que traspasan la batalla cotidiana del hogar para darla en las calles, lo mismo sentada ante Jefes de Estado que con ejércitos rebeldes, con estudiantes y obreros, por supuesto, con otras madres que claman justicia ante la desaparición de sus hijos o de sus hijas; con pancarta en mano, no importa si va con un puñado de mujeres que con una multitud, ella fiel a sus ideales, no se ha rendido en la agotadora batalla contra la injusticia, la desigualdad y la arbitrariedad en México, desde su natal Saltillo Coahuila hasta Yucatán y más allá de nuestras fronteras con su ¡Arriba los de abajo! se reconoce inconfundible su lucha contra los gobiernos que prometen y que no cumplen.

Con 78 años a cuestas ella nos ha enseñado a no olvidar las heridas abiertas de la llamada Guerra Sucia y a no olvidar que una vez muchas veces el Estado atentó contra sus ciudadanos y sus ciudadanas; ni en ese entonces ni ahora ha dejado de levantar la voz.

Jesús, desde 1975, año en que te separan de su lado, tu madre no ha dejado de increpar a la autoridad ante esos actos de arbitrariedad ni de pedir por tu regreso. Su lucha incansable contra la injusticia sigue y ya no son sólo unas cuantas mujeres “Doñas” vestidas de negro, sino un gran sector de la ciudadanía que exigimos que nunca más un gobierno atente contra nuestros derechos.

Doña Rosario tomó una causa, es una incansable defensora de los derechos humanos, Presidenta del Comité Pro Defensa de Presos Perseguidos Desaparecidos y Exiliados Políticos, comúnmente conocido como Comité Eureka, donde como ella muchas mujeres quieren conocer el paradero de sus hijas e hijos desaparecidos en los oscuros capítulos de nuestra historia reciente.

Con este grupo de mujeres inicia su lucha ininterrumpida que la llevan de Monterrey al Distrito Federal para encarar al entonces Presidente Luis Echeverría Alvarez, a quien en 39 veces le hizo el mismo reclamo: ¿Dónde están nuestros hijos? Los oídos sordos del entonces Presidente y de quienes le pudieran dar una pista sobre tu paradero no la desanimaron.

A pesar de que la justicia en México nunca llega, según sus propias palabras, su profundo amor por ti, por México y por las madres que también perdieron a sus hijos mantiene presente su anhelo de justicia y de libertad.

Ella no cree en la política y por supuesto muchos políticos le molestan, sin embargo cree en el cambio y en la fuerza que los ciudadanos tenemos como contrapeso de las decisiones del poder que las más de las veces son contrarias a nuestros deseos.

Su lucha la ha llevado al reconocimiento generalizado y tal vez por eso y muchos méritos más en 1982 se convirtió en la primera mujer candidata a la Presidencia de México por el Partido Revolucionario de los Trabajadores y fue Diputada Federal entre 1985 y 1988.

Pero lo suyo está en las calles con las causas sociales y con los que claman un México mejor para todas y para todos.

Apenas hace unos días la vi ahí participar en una de las más grandes manifestaciones ciudadanas en defensa por la democracia. Esbelta, pequeña, con los surcos de su vida iluminándole el rostro, pensé en lo mucho que ella representa desde su legado que ya forma parte de la historia de nuestro México, de la admiración que provoca y de lo mucho que tenemos que aprenderte, Rosario.

Ahora su lucha es reflejo de otras luchas que exigen a los gobiernos una actuación a la altura de las expectativas ciudadanas.

Alguna vez tu mamá, Jesús, dijo que en México la democracia no podía llegar porque ser democrático pasaba por la libertad de los desaparecidos. Por eso hoy en las calles, junto con ella, no cesamos en defender cada paso que hemos dado en la búsqueda de un México democrático y respetuoso de las decisiones de los ciudadanos.

Jesús, ella no olvida y nos ha enseñado a no olvidar. Ella sola nos ha enseñado más que cualquier gobernante soberbio. Con su fortaleza nos da más aliento que cualquier discurso demagógico, con su inmenso amor por la libertad y la justicia hemos logrado más que con cualquier política.

Ella no te olvida ni dejará de exigirle al Gobierno que aclare tu desaparición y la de por lo menos 500 personas más, pues como bien lo dice, no nos quitaron cualquier cosa, se puede negociar un terreno, un aumento de salario, pero jamás la vida de un hijo, sus ilusiones.

Hoy, cuando en nuestro país tenemos muchas batallas por ganar contra los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, Chihuahua, contra la inseguridad que nos ha robado la tranquilidad, contra el narcotráfico que nos roba a nuestros jóvenes también, principalmente contra la enorme desigualdad que suma millones de mexicanos en la pobreza y en la ignorancia, su inagotable fortaleza es sostén para muchos de nosotros.

Rosario, al igual que tú, Jesús, mantiene en su espíritu indomable el sueño por una patria libre y un mundo nuevo. Como te lo escribió, todavía cree en una patria libre de ataduras de vergüenza, una vida digna para que los que sufrían por años de ignominia de las carencias totales, algo que sacudiera al sistema hipócrita y que le hiciera asomarse a la verdad del sufrimiento de millones de mexicanos.

“Aventura”, le llamaron algunos cínicos, “firmeza de convicciones”, decimos los que amamos, repetimos los que exigimos justicia.

¿Delinquieron nuestros hijos, nuestros seres queridos?, preguntaba. Ha sido la permanente pregunta al gobierno que se jacta de que hay un Estado de Derecho en este suelo.

Hijo mío, querido ¿Estado de Derecho? hemos preguntado miles de veces. Termino la cita de doña Rosario.

Cómo verás, estimado Jesús, muchas cosas no han cambiado, pero no cesaremos en nuestro afán por acabar con la impunidad y la justicia.

Quiero despedirme diciéndote que la Medalla al Mérito Ciudadano que hoy le entregamos en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, III Legislatura, es por demás merecidas, es más una deuda que como ciudadanos tenemos con tu madre, es un tributo por todo lo que nos ha dejado aprender de ella y un agradecimiento por emprender la lucha y por continuarla hasta sus últimas consecuencias.

Muchas gracias.

 


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