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Trabajo legislativo / Informes II INFORME Discurso Político He dado cuenta de los resultados de mi gestión en este año como diputada independiente y en video hemos podido apreciar opiniones de algunas de las muchas personas con las que he tratado durante mi gestión. Esta última parte quisiera dedicarla a compartir con ustedes tanto los desafíos con los que me enfrento cotidianamente en mi práctica como diputada independiente y el método que he desarrollado para moverme ante esos retos. El primer desafío ha sido, desde luego, ejercer la práctica parlamentaria desde una posición de independencia y autonomía en un ambiente dominado casi absolutamente por las agendas, los intereses y el modo de hacer política de los partidos y los gobiernos, local y delegacionales. Es un criterio compartido, tanto por los analistas serios y profesionales, como por la propia ciudadanía, que existe una distancia enorme entre el modo en el que opera la clase política del país, y lo que son las percepciones y preocupaciones del ciudadano. Esta diferencia entre los políticos y la ciudadanía es quizás uno de los rasgos más claros y al mismo tiempo más riesgosos de nuestro momento actual. Ante esa diferencia quiero decirles que, desde siempre, mi definición ha sido drástica y sin ninguna duda. Desde mi campaña definí, y así lo he hecho en estos dos años de parlamentaria, que mi referencia insustituible para hacer política es el interés ciudadano. La agenda ciudadana es mi referente deseado y obligado para hacer política. Creo que soy conocida y reconocida, hasta el punto en el que lo sea, precisamente porque mi personalidad política se construye a partir de dos grandes motivaciones: una, es expresar el interés ciudadano de manera organizada, sistemática y permanente; la otra, es realizar el trabajo lo más profesionalmente posible privilegiando la agenda sobre intereses políticos particulares. Un estilo de nuestro trabajo ha sido que a toda persona que ha solicitado una entrevista personal se la he concedido. Me gusta la atención personal, cara a cara. Me disgusta enormemente que a las peticiones de la gente se les canalice por los laberintos de la burocracia, y eso cuando tienen suerte y se les canaliza. He atendido, en ese sentido, el 100% de esas solicitudes. He visto gente, estrechado manos, y conocido personas y problemáticas, como no me había imaginado. Desde luego, mentiría si dijera que todas las cosas que se nos solicitan las hemos resuelto. Conozco los límites, a veces insalvables, de la política. No he resuelto, es verdad, todo lo que se me ha solicitado, pero todo lo que hacemos, estén seguros, responde a necesidades ciudadanas y lo atendemos con todos nuestros recursos disponibles. Mucha gente me pregunta cómo puedo subsistir políticamente en una Asamblea Legislativa sin partido político y sin fracción parlamentaria que me respalden. Les respondo que haciendo de la necesidad, virtud. Recuerdo que cuando todavía no tomaba posesión como diputada pero ya había sido electa, se me invitó a formar parte de una fracción parlamentaria, un diputado me dijo: “si no acepta diputada, se pasará la legislatura sentadita en su curul y cruzada de brazos porque no podrá hacer nada”. Le contesté que ni me estaría sentadita, ni cruzada de brazos y menos inactiva. Desde luego, le agradecí su propuesta, pero no se la acepté. Como el partido político que me postuló y gracias al cual llegué a la diputación, México Posible, perdió su registro al no contar con la votación requerida, y al no haber aceptado pertenecer a ninguna de las fracciones partidarias constituidas, me convertí por ley en diputada independiente. Ser diputada independiente tiene sus sabores y sus sinsabores, muy distintos de los de una diputación con partido y con fracción. De sus sinsabores podría decir que toda la normatividad que regula la vida política parlamentaria y electoral tiene como protagonista único a los partidos políticos. Todas mis acciones, de entrada, se toparon con una legislación que no contemplaba los derechos de los diputados independientes a pesar de que nominalmente la figura existe. Es un cotidiano y duro picar de piedra contra esta desventaja de inicio. Otra desventaja es que los partidos están acostumbrados al acuerdo de élites y en ocasiones han pretendido marginarme. No lo logran, pero es una lucha diaria por establecer mis derechos de representante ciudadana, electa en igualdad de condiciones que cualquier otro representante popular. Sin embargo, creo que los sabores y posibilidades de una diputación independiente los disfruto y compensan y rebasan los sinsabores. En primer lugar, ser independiente me abre un espacio de entrada con la ciudadanía -que es mayoritaria-, que desconfía de los partidos políticos y de la figura del diputado. En las relaciones nuevas con ciudadanos y grupos de la sociedad civil gozo del beneficio de la duda. Ese beneficio de la duda lo abono con compromisos específicos con esa ciudadanía. Ser independiente, además, me permite ejercer mi diputación de tiempo completo. Cualquier análisis del desempeño de un diputado y de la forma en la que se administra el tiempo, arrojaría resultados sorprendentes: el porcentaje que los representantes populares dedican a las tareas legislativas para las que fueron electos en ocasiones es sustantivamente menor al tiempo que se dedican a sus actividades partidarias. Al no estar en esa situación puedo dedicarme, sin compromisos de partido, de tiempo completo, a la atención de los ciudadanos y al trabajo legislativo. Ello me permite, además, tratar las demandas ciudadanas con la vitalidad, frescura e intencionalidad con las que surgen. Cuando la demanda ciudadana se inscribe no por sus méritos sino por el rédito político que reporta, termina por ser pervertida. Adopto las demandas ciudadanas por sus méritos, para beneficio del ciudadano y no la uso como escalón de poder. La necesidad de ser diputada independiente creo, entonces, la hemos convertido en virtud al privilegiar las causas de las ONGs, de los comités vecinales, de los ciudadanos de a pie, por encima de la lucha por el poder. Amigas y amigos, en términos del porvenir también querría hacerles algunos comentarios. Los desafíos que trae ya el proceso electoral del 2006 están a flor de piel: la oferta partidaria tanto programática como de candidatos es raquítica. Dice el dicho que cuando hay para carne es cuaresma; cuando el ciudadano tiene la posibilidad real de elegir no hay mucho de donde escoger. Una mayoría se pronuncia por un ejercicio negativo del voto, sufragando por un candidato que no les convence plenamente, con la finalidad de que no llegue el candidato que de plano rechazan totalmente. Es una realidad y una tendencia que difícilmente se revertirán. Sin embargo, yo los invito a que hagamos algo más, que hagamos acciones desde la ciudadanía. En efecto, para el 2006, promoveré, conjuntamente con organismos de la sociedad civil, grupos ciudadanos, comités vecinales y personas en lo individual, acciones para que la ciudadanía se convierte en un actor protagónico en nuestra vida política. Además de las acciones regulares que desempeño como diputada, impulsaré programas para exigir de los candidatos a diferentes puestos de representación nacional y no sólo a los candidatos presidenciales, sus agendas y compromisos. No para actos demagógicos de meras firmas de compromisos abstractos y generales que después a todo mundo se le olvidan. Se les olvidan porque fue tal la generalidad del compromiso que no es vinculante y porque no existe ninguna garantía de seguimiento. Pretendemos pactar compromisos con los candidatos, sí, pero donde se exprese con claridad, en términos accesibles para todos, no sólo el qué, sino el cómo y el cuándo. Pero esos compromisos no servirían de mucho si no se define un mecanismo institucional para darle seguimiento a esas promesas o compromisos de campaña. Otra acción será la de sentar las bases para que la política no sea una mera técnica mediática basada en el dinero. El costo de las campañas es ominoso, desproporcionado con la realidad económico- social del país. Apoyaré en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal la iniciativa ciudadana avalada por 100,000 firmas para que el presupuesto a los partidos políticos sea recortado en un 50%. Con ello se busca privilegiar una competencia partidaria basada en las ideas, en los programas, y no en la capacidad dineraria. El dinero siempre estará en la política, es verdad, pero no debemos entronizarlo y convertirlo en el gran elector. En toda democracia el gran elector es y debe seguir siendo el ciudadano. Estos son dos ejemplos de lo que podemos hacer además de votar el día de las elecciones. Seguramente habrá más iniciativas a las cuales desde hoy los invito. Finalmente, amigas y amigos quisiera terminar con un asunto de ética política. Como saben, yo provengo del mundo de las organizaciones de la sociedad civil, de las llamadas Organizaciones No Gubernamentales, en las que participo desde mi adolescencia a favor del medio ambiente y de la construcción de ciudadanía. Por convicción, entonces, he generado un estilo de gestión correspondiente a mi biografía: por un lado, tener como prioridad las necesidades ciudadanas, por otro, ejercer la gestión en base a valores. Sé que cuando se habla de valores en política se alza más de una ceja de escepticismo. Yo también la alzaría. Sin embargo, como parte de mi experiencia parlamentaria puedo afirmarles que es posible ejercer un poder ciudadano en los espacios públicos desde ángulos que no sean exclusivamente los del interés personal por lograr posiciones de poder por el poder. Es factible, cuando se cuenta con una agenda ciudadana, cuando se cuenta con el respaldo, como es mi caso, de un grupo profesional, de muchas organizaciones ciudadanas y vecinales, de muchos ciudadanos inteligentes que creen en las causas que promuevo; es posible, cuando, como dijera un experimentado político mexicano, no se caiga en el triple síndrome que padece la mayoría de nuestra clase política, el triple síndrome del ladrillo, del bolsillo, y de la eficacia. Puedo decir, que me paré arriba del ladrillo y que no me he mareado; que mi trabajo se ha distinguido por un empeño de profesionalismo y eficiencia y de que pueden revisar mi bolsillo, y encontrarán que el dinero que manejo tiene origen y destino legítimos. Muchas gracias a todos ustedes que me han nutrido mi agenda, me han apoyado en las tareas que realizo, muchas organizaciones han fingido como el partido que no tengo, gracias a todos ustedes por además, asistir a éste acto de rendición de cuentas y darle seguimiento a nuestra labor. |
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