Trabajo legislativo / Informes

DISCURSO OFRECIDO POR LA DIPUTADA MARTHA DELGADO PERALTA DURANTE SU PRIMER INFORME ANUAL DE LABORES (2003 – 2004)
Casa Lamm, Alvaro Obregón 99, Col. Roma
México, D.F.
14 de octubre de 2004

Señoras y Señores.
Diputados y Diputadas que me acompañan.
Representantes vecinales.
Distinguidos miembros de la comunidad ambientalista.
Amigos todos.

Como parte fundamental de este informe quiero referirme a las condiciones políticas en las que se desarrolla mi actividad como diputada de la ALDF y que están vinculadas a las condiciones que definieron mi acceso a esa representación, a la correlación de fuerzas que priva en ese recinto parlamentario, y a nivel nacional, a los referentes estratégicos que he definido para cumplir de manera eficiente mi gestión.

Mi acceso a la representación parlamentaria en esta III Legislatura de la ALDF tuvo tres condicionantes: en primer término, el hecho de que México Posible, el partido político que me postuló como candidata -a partir de una alianza con el movimiento ambientalista-, no haya podido mantener su registro como organización política; segundo, el hecho de que a pesar de representar una opción generosa y de vanguardia, México Posible sólo haya alcanzado una sola posición legislativa; y tercero, como consecuencia de lo anterior, no se conformó una fracción parlamentaria en la cual poder desempeñar mi trabajo legislativo.

Esto me colocó automáticamente, de acuerdo con la normatividad vigente, como Diputada Independiente, al no tener ya partido con registro, ni pertenecer a fracción parlamentaria alguna, pues el mínimo que se requiere para ello es de tres diputados del mismo origen partidista. Desde luego tenía la posibilidad legal de incorporarme a una de las bancadas existentes. Tuve el generoso ofrecimiento de algunas fracciones, sin embargo, en ambos casos, mi respuesta fue negativa. Me pareció y me sigue pareciendo un asunto de principios respetar el sentido del voto ciudadano. No comparto el proceder de los diputados que acceden a una representación por un partido y, después, de acuerdo a sus conveniencias personales, se cambian de partido como si los votos que sustentan su representación pudieran ser una moneda de cambio. Mi estatuto de Diputada Independiente es, entonces, por ley, y por convicción. Respeté y seguiré respetando el sentido del voto ciudadano que sufragó por la opción de México Posible y, concretamente, me acogeré a los compromisos que hice durante mi campaña y que fueron la base del acuerdo político entre los ambientalistas y nuestra propuesta partidista que fue México Posible.

La primera acción política que emprendí, entonces, dentro de la Asamblea, fue afirmar y hacer valer el voto de más de 70 mil ciudadanos que hicieron posible mi llegada a la Asamblea. Les confieso que no fue fácil. La primera dificultad tuvo que ver con el marco legal que rige la actividad de los diputados locales del DF y que regula la vida legislativa presuponiendo que todos los representantes pertenecen a alguna fracción parlamentaria. La ley no prevé casos como el mío. Es, desde luego, un déficit legislativo, puesto que un diputado no puede tener ni obligaciones ni derechos distintos a los del resto; en tanto que diputados, tenemos una igualdad de origen, tanto legal como legítima, que es el voto ciudadano. Un estatuto normativo interno, por consiguiente, no puede ser contrario al ejercicio igualitario de derechos y obligaciones de una diputación. Para reparar esta falla en la arquitectura legal de este órgano legislativo, emprendí dos acciones: por un lado, a través de la negociación y el consenso con las fuerzas partidarias que participan en la Asamblea, logré que se me admitiera con voz en la Comisión de Gobierno de ese cuerpo legislativo; por otro lado, presenté una iniciativa de reformas para que la responsabilidad que otorga el voto ciudadano al elegir a un diputado concuerde de manera plena con los derechos y obligaciones que tenga ese diputado para ejercer su cargo.

Le segunda gran dificultad para sacar adelante mis compromisos de campaña tiene que ver con las condiciones políticas (más allá de la condición legal que acabo de mencionar) a que se ve sujeto un legislador que no tiene partido político. Para comprender este punto en particular, me gustaría compartir con ustedes mi experiencia en el contacto con la ciudadanía durante este primer año de trabajo. La apreciación ciudadana de que los órganos legislativos privilegian de manera ominosa la lucha del poder por el poder; de que los partidos ocupan lo fundamental de su tiempo a sus disputas internas; de que las interacciones partidarias tienen como propósito destruir al oponente; todo ello es cierto, lamentablemente preciso.

Desde luego, no pienso que la política pueda desvincularse de una disputa sistemática por el poder político; la democracia se ejerce para organizar esa disputa y no para suprimirla. La lucha política fuerte, plural, abierta, entonces, podría ser, y regularmente debiera ser, un síntoma de salud de la vida pública. Sin embargo, cuando se hace de esa disputa por el poder una finalidad en sí misma, y, lo que es más grave, cuando se desvincula a la política de aquello que es esencial para las sociedades, la política se desvirtúa, se empequeñece, en tanto se vacía de su referente primordial que es la sociedad. Una política que se abstrae de la sociedad, que establece en, y por sus comportamientos, un abismo con esa sociedad, camina por el desfiladero hacia la regresión política. Es una situación delicada que quizás los actores políticos principales entienden, aunque creo que no están dispuestos a modificarla porque ello contraviene a sus intereses.

Es este contexto, de oposición entre la política del poder y la sociedad, en el que desarrollo mi actividad como diputada independiente. Es precisamente desde esta posición, que me esfuerzo por reivindicar algo distinto. Tres son los elementos que he puesto en práctica para distinguir mi diputación:
En primer lugar, el hacer política desde la ciudadanía. Como saben, no provengo del medio de los partidos políticos, sino del ambiente de la sociedad civil organizada. Son 15 años de tener a las organizaciones ciudadanas dedicadas al medio ambiente, a la construcción de ciudadanía, al liderazgo juvenil, como mi referente en la actividad pública. Establecer la causa de la sociedad como mi referente estructural en la práctica parlamentaria es algo que no me cuesta trabajo, porque de ahí vengo y ahí sigo perteneciendo. Esto no sólo es un acto de congruencia con los grupos que me apoyan y me han acompañado, sino también una guía política muy específica para tomar cotidianamente decisiones en el Pleno de la Asamblea, en el trabajo de las Comisiones, en las relaciones con las fuerzas políticas y con mis compañeras y compañeros de legislatura. Hacer política desde la perspectiva ciudadana desde luego hace diferencia, tuve que vivirlo para apreciarlo, para comprender, en efecto, que un antídoto eficaz contra los malos presagios que cargan nuestro ambiente político, es reivindicar a la ciudadanía, a la sociedad, como el único estructurante válido de la vida pública. Hoy, a través de mi diputación, la sociedad civil tiene un enclave en el Poder Legislativo Local.

El segundo elemento de nuestra estrategia, acorde a lo anterior, es ejercer la diputación no en la soledad a la que podría evocar una diputación independiente, sino en colectivo, amplia y muy generosamente acompañada por un conglomerado nutrido de organizaciones, académicos, personalidades, funcionarios de muy diversos niveles, ciudadanos, organizados o no, que acuden a los foros, las reuniones, los talleres, los seminarios, y los eventos a los que convocamos para ofrecer soluciones, alternativas, ideas, para solucionar los problemas de nuestra Ciudad. A pesar de mi origen, como dirían algunos, onegero, (o sea que provengo de las organizaciones no gubernamentales), no dejo de sorprenderme del potencial inmenso que tiene la participación ciudadana cuando se le convoca adecuadamente. Puedo decir que esa participación colectiva, mucha de la cual llega por vías espontáneas, es la condición absolutamente imprescindible para que pueda ejercer el cargo de diputada del poder legislativo con necesidades y expectativas ciudadanas.
El tercer elemento de la estrategia es la reivindicación del trabajo legislativo profesional. Ante la imagen de indolencia, improductividad, y franco descrédito que tiene la figura del legislador, me he esforzado por poner en práctica la dignificación de mi tarea legislativa con base en una ética política. No concibo, por cierto, a la ética política como un conjunto de ideales a los que sería bueno o deseable acercarse. La ética así concebida termina por ser un ingrediente más de la ingenuidad o de la demagogia; termina por ser un referente vacío que acaba por chocar, por disgustar y, por, finalmente, vaciarse del sentido práctico y útil que indudablemente porta.

La eficacia, la construcción de acuerdos de beneficio colectivo, la utilización transparente de los recursos a los que tenemos acceso, la racionalidad de lo que acordamos y legislamos, y la rendición de cuentas de nuestra actividad son, desde mi punto de vista, los valores que nutren la ética política del legislador. En mis posicionamientos en tribuna, en la Iniciativas y puntos de acuerdo que promuevo, en el trabajo en comisiones, en el ejercicio de la Presidencia de la Comisión Especial del Agua, en la atención ciudadana, en los diferentes eventos que organizamos, busco poner esos principios en práctica. Es una guía para mis relaciones con mis compañeros legisladores, a quienes ofrezco y solicito su respeto, a quienes también demando la congruencia de las leyes que aprobamos con las necesidades reales y cotidianas de los ciudadanos que representamos.

Hacer política como diputada teniendo como referente estratégico la causa de la sociedad, trabajar legislativamente en conjunto con actores de la sociedad civil, con ciudadanos, personalidades, académicos, funcionarios, y ajustar mi comportamiento a una ética política que dignifique el trabajo legislativo, son los vértices desde donde proyecto y ejerzo mi trabajo. Desde luego, una tarea así demanda la colaboración e identificación con estos principios y tareas de un equipo profesional de trabajo. A mis asesores Maru González, Jorge Fuentes, Verónica Martínez e Isabel Bustillos; a mis colaboradores de campo Francisco Fuentes, Cristina Ferrer y Tere Ortega, y a nuestros asistentes Lupita Mejía, Esther Carmona, Aída Ontiveros, Eduardo López, Miguel Barajas y Alberto Azuara, así como a Ruth López, Jesús Ponce y Avelina Ruiz, les agradezco públicamente su esfuerzo y dedicación.

De igual manera agradezco el apoyo incondicional de mi familia, mis padres, mis hermanas. La asesoría desinteresada de muchos amigos aquí presentes, y muy especialmente la ubicación estratégico – política que me ofrece, Gabriel Sánchez Díaz, orientación sin la cual, no me cabe la menor duda, no podría informar hoy los logros que hemos obtenido.

Estimadas amigas y amigos que me acompañan en este ejercicio de rendición de cuentas, y a quienes reitero mi agradecimiento por su presencia y su paciencia. Quiero terminar haciendo una reflexión de lo que pueden esperar de mi gestión como diputada en los próximos dos años. En primer lugar, quiero resaltar, -como ustedes pueden deducirlo fácilmente- que, siendo una diputada independiente, sin partido político y sin fracción parlamentaria, partícipe de una legislatura dominada por una mayoría absoluta, y, sobre todo, en un ambiente político proclive casi de manera absoluta al enfrentamiento, las posibilidades de una gestión legislativa productiva tiene límites muy precisos.

Por ello, me siento profundamente agradecida de haber recibido la confianza y el apoyo de todas las fracciones parlamentarias representadas en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal para hacer realidad muchos proyectos que hemos emprendido conjuntamente. Independientemente de las disputas en que se ve envuelta cotidianamente nuestra soberanía, sus líderes han estado siempre receptivos a mis planteamientos, han apoyado varias de mis propuestas, han aceptado algunas de mis ideas, y me han invitado a participar en decisiones trascendentes de la Asamblea. Quiero por ello hacerles un reconocimiento público a los líderes de las fracciones parlamentarias, el Diputado Carlos Reyes Gámiz del PRD, al Diputado José Espina Von Roerich, coordinador de la bancada del PAN; al Diputado Obdulio Avila Mayo del PAN, y al Diputado Manuel Jiménez Guzmán, líder del grupo parlamentario del PRI, y a la Diputada Lorena Villavicencio Ayala, Presidenta de la Comisión de Gobierno.

Estimadas amigas y amigos:
La situación política del país exige un esfuerzo extracotidiano para quienes creamos nuestra identidad política desde la ciudadanía. Nos exigimos mucho a nosotros mismos, porque vemos cómo la lucha política de poder erosiona la construcción democrática, el andamiaje mismo de la civilidad pública. Parece, como lo decía, que el país avanza en el sentido de la regresión política. Los clásicos pensaron que el equilibrio de poderes entre el ejecutivo, legislativo y judicial era el método ideal para garantizar la salud de la vida política. Hoy eso no existe, y de darse, ello no parece suficiente. Desde luego, hoy requerimos una nueva arquitectura de Estado que propicie la eficacia en la gobernación, que otorgue bases para el acuerdo entre poderes que no sea sólo la voluntad o el arbitrio de los actores partidarios y gubernamentales; desde luego, requerimos de una reforma completa del poder y del Estado.

Pero también, y ello me parece fundamental y un elemento que ya no puede omitirse, es el de no sólo reformar el balance entre los poderes, porque quizás estaríamos haciendo una reforma para la clase política y sólo indirectamente para la sociedad. La solución de los problemas sociales deben estructurar la política, convertirse en su referencia, los grandes cambios que vivimos en las dos últimas décadas del siglo veinte tuvieron a la sociedad como su protagonista estelar. La causa de la sociedad en su conjunto, y no sólo la de la clase política.

Por ello, entiendo mi gestión en un sentido contribuyente y positivo, haciéndome presente en los circuitos de la civilidad política. Por ello, mi compromiso en los dos años siguientes es con la elaboración parlamentaria de las causas de la ciudadanía. Mi gestión, pueden esperarlo con confianza, se orientará hacia el trabajo legislativo de causas, con contenido, con visión: defender nuestro medio ambiente, la calidad de vida de los habitantes, construir una ciudad limpia, segura, una ciudad más humana, que nos enorgullezca heredar.

Seguiré adhiriéndome a las buenas propuestas, por conciencia, sin importar el color de los promoventes. Trabajaré para que los ciudadanos tengan más confianza en los legisladores, y sobre todo para animarlos a involucrarse en la cosa pública. Hoy más que nunca se requieren legisladores procedentes de las filas ciudadanas.

Tengo también la oportunidad de ofrecer mi esfuerzo, mi tiempo, mi experiencia, a la Asamblea Legislativa como Institución, llevar agua al molino no de un partido político, sino del poder legislativo local. Mi trabajo puede ser usufructuado por toda la Asamblea en su conjunto.

Ante un ambiente político delicado y beligerante seguiré manteniendo, entonces, lo que es el fundamento de mi práctica política y parlamentaria: la reivindicación de las causas de los ciudadanos, la proyección de alternativas legislativas que de manera explícita y racional sean de beneficio colectivo, el compromiso con un estilo político profesional de cordialidad para la búsqueda de acuerdos. Estos son mis principios y mis responsabilidades, mi visión y mis expectativas. Esta es, pues, mi rendición de cuentas ante ustedes. Les agradezco enormemente su presencia y atención. Gracias.

 


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