¿Y ahora qué?

¿Qué deja el IV Foro Mundial del Agua?
(Publicado en el periódico Reforma, Sección Ciudad, 26 de marzo de 2006)

Después de 7 días concluyó el IV Foro Mundial del Agua, y con ello se inician los balances sobre los alcances e influencia del evento. Es importante aclarar que el IV Foro Mundial del Agua no fue un evento oficial, puesto que no es convocado por las Naciones Unidas ni a iniciativa de ningún gobierno, sino por una serie de instituciones privadas, lo que significa que sus acuerdos no tienen carácter vinculante para los gobiernos.

Justamente a partir del vacío de iniciativas oficiales en materia de gestión del agua, tema que no cuenta con ninguna Convención Marco y que se constriñe en el concierto internacional a una parte de las Metas del Milenio, el Foro Mundial del Agua que se realiza cada tres años ha tomado relevancia política y ha generado controversia por estar promovido principalmente por empresas trasnacionales y la Banca Multilateral.

Durante el IV Foro, dentro del Centro Banamex, y fuera en los espacios alternativos, tuvimos oportunidad de escuchar la exigencia de defensoras del acceso al agua como un derecho humano, como la canadiense Maude Barlow o la francesa Danielle Mitterrand; mientras el empresario Carlos Slim y el Nobel Mario Molina afirmaban que el principal problema de la gestión del agua es de inversión, y sugieren como solución la entrada de capital privado para garantizar la infraestructura necesaria para abastecer y sanear el agua en el Valle de México, otras voces como las de Pedro Arrojo de la Fundación Nueva Cultura del Agua de España, o la de Abel Mamani, Ministro de Agua de Bolivia, ubican el problema en otro lado: la gestión integral del agua es un asunto complejo, esencialmente político y ecológico.

Nadie parece estar en desacuerdo respecto a considerar el agua como un derecho humano, lo cual constituyó el principal clamor en todas las discusiones. Sin embargo, los Ministros participantes excluyeron de su declaratoria ésta premisa fundamental del texto de por sí general y vacuo, bajo el argumento de que muchas Constituciones nacionales habrían primero de ser modificadas para ese reconocimiento explícito, lo cual por cierto, no quiere decir que al nivel de generalidades con las que se redactó la Declaratoria, no pudieran manifestar su apoyo a ésta idea.

Quedó claro también que la privatización de los servicios no es el único camino para financiar, modernizar y hacer eficientes las instituciones, sino en muchas ocasiones una puerta falsa, sobre todo en democracias incipientes o economías no reguladas como las latinoamericanas. Entre las experiencias locales más valiosas, se encuentran los exitosos modelos de gestión pública participativa que en algunas ciudades de Brasil se están desarrollando, en donde el consenso social y la participación de la comunidad en la toma de decisiones respecto al manejo del agua son la clave de un acuerdo que permite la operación de empresas públicas altamente eficientes y transparentes. Algo digno de intentarse en el Distrito Federal.