La democracia de hoy…

Los tiempos aciagos de la democracia

La democracia en nuestro país vive días tristes. La ciudadanía está agraviada en su columna vertebral, en su derecho político, aquel que le permite constituirse como una real ciudadanía, es decir, el derecho de elegir a sus gobernantes.

El desafuero del Jefe de Gobierno no sólo es un agravio mayúsculo e inmerecido para Andrés Manuel López Obrador, no sólo para el PRD y sus partidarios, es un agravio para la ciudadanía en su conjunto.

En julio de 2000 más de millón y medio de ciudadanos votaron por Andrés Manuel López Obrador para Jefe de Gobierno del Distrito Federal. El jueves 7 de abril, 360 diputados nulificaron en los hechos ese voto, ese derecho que es una de las primeras conquistas de la incipiente democracia en la ciudad.

Porque con la decisión tomada por la Cámara de Diputados se inicia un largo proceso para usurpar una decisión que debiera ser inalienable: el derecho de los ciudadanos para elegir a sus gobernantes.

Personalmente no voté por López Obrador. No sé si votaría en su favor como candidato a la Presidencia de la República. Quizás no lo voy a saber.
Porque el proceso que se inició, ninguno puede engañarse, apunta a su inhabilitación política como potencial candidato a la Presidencia. Ese es el agravio mayúsculo.

Estos son días tristes para la democracia y sin duda para la ciudadanía, porque se marca un quiebre para las aspiraciones de una vida política civilizada, madura, con capacidad de gobernar en un contexto de pluralidades reconocidas y respetadas, con capacidad de convivir con lo diferente, con el otro.

Los alegatos con los que se quiere encubrir de legalidad este manotazo político no pueden hoy disimular sus verdaderos intereses, ni lo podrán hacer mañana: el desafuero del jefe de gobierno y su eventual inhabilitación política es una regresión autoritaria. Nacional e internacionalmente este hecho no puede ocultarse debajo de la fraseología de que se está defendiendo el “Estado de Derecho” y la “Legalidad”.

Ojala que el Estado mexicano fuera un garante cabal y confiable del Estado de Derecho. Si así fuera, habríamos asistido previamente en el tiempo a los juicios contra los responsables de los Amigos de Fox y del Pemexgate, o la Procuraduría General de la República ya habría consignado, aprehendido y encarcelado a los asesinos de mujeres en Ciudad Juárez, por citar asuntos de sobra conocidos y de ilegalidades probadas.

No son los únicos casos, desde luego, en los que la mano de la legalidad y el Estado de Derecho han sido laxos, donde la ley se ha negociado, donde se ha perpetuado un sistema de impunidades que sigue presidiendo como un cáncer la vida pública del país. Lo menos que se puede decir es que cuando la justicia se vuelve selectiva no se llama justicia sino persecución política.

El agravio que debe ocupar nuestra atención está dirigido principalmente al conjunto de los ciudadanos que creemos en un país de leyes, sí, pero para todos, no sólo de leyes para ejecutarse contra los enemigos políticos; ciudadanos que creemos que el Estado de Derecho es un Estado de garantías que nos debe incluir a todos, no sólo a los que están congraciados con quienes detentan el poder y que la democracia es un régimen de convivencia de pluralidades entre diferentes, donde el ciudadano es el sujeto elector, no un régimen donde de antemano se decide quien puede y quien no puede ser electo.

Estamos en días tristes porque se marca el comienzo de una regresión autoritaria, con actores de alta irresponsabilidad política que nos encaminan a escenarios complejos y sin salidas propiamente políticas. Todo parece encaminarse hacia una democracia tutelada, hacia una camarilla de políticos profesionales con intereses económicos y de diversa índole vinculados a ellos.

Lo cierto es que la ciudadanía no partidaria, ante este despropósito, tendrá algo que decir. Estoy segura que encontraremos los caminos para que, en la medida de nuestras posibilidades, seamos un contrapeso que impida en algo estas ansias interesadas por precipitar al país a una confrontación. En este contexto, y fiel a mi posición de Diputada Independiente, seguiré dando voz en esta tribuna a aquellos que sin partido buscan un México civilizado, incluyente, justo y democrático.